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ROMERIA EN HONOR A LA TRAGEDIA DE AMUNATEGUI CON HUERFANOS

En la madrugada del 15 de noviembre de 1962, se dio la alarma de incendio en el Tercer Cuartel. El sitio amagado era un edificio en construcción, que ocupaba casi un cuarto de manzana. Había una casa colindante por el costado norte, separada por un muro de aproximadamente 15 metros de altura. Junto al muro, habían varios castillos de madera, de 4 o 5 metros de altura, a los que se había propagado el fuego.

Relatan bomberos de la época, que el control del incendio fue rápido, a lo que siguió una trabajosa labor de remoción de escombros. Lo más lento fue precisamente en los castillos de madera, pues había que desmontar tablón por tablón, tarea que era realizada por los Voluntarios de las Compañías de Escalas, con el apoyo de los pitones de las Compañías de Agua dispuestos sobre los castillos.

Algunos recuerdan un crujido. Otros dicen que se precipitó en silencio, sin dar aviso, ni tiempo a reaccionar.

El muro vecino, que en su parte superior era de cemento y ladrillos, había sido construido sobre una base de adobe, que había permanecido oculta por la oscuridad de la noche y que, producto del agua, cedía y caía con todo su peso sobre los castillos de madera, atrapando a decenas de Voluntarios.

Algunos recuerdan las órdenes del Comandante Alfonso Casanova, que llamaba a «Salvar a sus compañeros», otros recuerdan a don Fernando Cuevas, a don Jorge Salas.

En la Tercera nos cuentan del Capitán, don Rene Tromben y a su Ayudante, Alberto Márquez, heridos tras caer del castillo. De un joven Rene Capdeville, que pitoneaba junto a Patricio Cantó y que salvo milagrosamente.

La Pompe France, sabe de la desolación del Teniente 1º, Edmundo Delsahut, que quedo a cargo de la Compañía para la remoción de escombros, en la que fallecio su hermano Pierre. Tampoco olvidan las graves lesiones del recordado Jorge Laulie y de Emilio Pineaud.

Sabemos de don Mario Candia, Capitán de la Sexta, que resultara gravemente herido, y que tras casi dos años hospitalizado, fue dado de alta, pero con secuelas que le acompañaron por el resto de sus días.

En la Duodécima, nos hablan del Teniente 1º Mario Ilavaca, a cargo de la Compañía esa fatídica noche que arrebató a las filas de la Compañía sus dos primeros Mártires. También nos recuerdan de la madre viuda de Rafael Duato que perdió esa noche a su único hijo. Y de Doris Molina, la novia de Eduardo Georgi, que habían fijado como fecha para la boda un 20 de marzo de 1963 que nunca llegó.

Algunos compartimos historias similares, como la de don Carlos Cáceres – padre – quien ingreso a las filas de la Sexta para reemplazar a su hijo fallecido, tal como en la Tercera lo hizo don José Cantó para tomar el lugar del recordado Patricio.

Esa noche hubo más de medio centenar de heridos que fueron trasladados a la Clínica Industrial ubicada en calle Almirante Barroso, la que no daba abasto para atender a todos los accidentados, que fueron visitados por el Superintendente, don Hernán Figueroa Anguita.

Cada uno de los Voluntarios que concurrieron al Incendio, los accidentados y los que salvaron ilesos, aún aquellos que por diversas razones no pudieron asistir, guardan el recuerdo de los compañeros caídos.

Hoy muchos de esos Voluntarios ya no están para acompañarnos. Se fueron en silencio, uno a uno.

La Gloria del Martirologio quedó reservada para los jovenes, en su mayoria Guardianes, que no volvieron aquella madrugada a los Viejos Cuarteles de Santo Domingo y Puente, de la Tercera, Cuarta y Sexta Compañías, ni al antiguo Cuartel de la Duodécima en calle Cumming.

Me refiero a Patricio Cantó Feliú de la Tercera, a Pierre Delsahut Román de la Cuarta, a Carlos Cáceres Araya y a Alberto Cumming Godoy, de la Sexta; y a Rafael Duato Pol y a Eduardo Georgi Marín de la Duodécima; que viven y vivirán siempre en el recuerdo «del fiel compañero» al que alude Rubén Darío en su poema.

 

¡ Gloria a aquel que sucumba en la lucha !

Valeroso, sublime, esforzado;

Gloria a aquel que al deber consagrado

Salva vidas, riquezas, hogar.

Bronces hay que sus cuerpos encarnen,

Y el recuerdo del fiel compañero

En el Alma viril del Bombero

Nunca, nunca se puede borrar.

 

Para muchos el año 1962 será recordado por el Mundial de Fútbol en el que Chile obtuvo un gran tercer lugar.

Los Bomberos de Santiago, en cambio, lo recordaremos por un Incendio en el Tercer Cuartel que, cuando parecía controlado, desató una tragedia.

Permítanme hoy, en este homenaje a nuestros mártires, sumar también a sus familiares y a los Voluntarios sobrevivientes, a los que han partido y a los que quedan, que han cargado en silencio con sus recuerdos y sus heridas por tantos años.

Señora Cristina Cantó, Señora Lucía, Luis y Haroldo Delsahut, Señora Victoria y Federico Cumming; Señora Ana María, Susana y Alejandro Cáceres; y para todos los Voluntarios que asistieron al fatal Incendio de Huérfanos y Amunátegui, para Antonio Ferrando, Gergias Romero, Mauricio Goldschmidt, Sergio Cañas, Jorge Barrera, sea también para Uds. nuestro reconocimiento.

¡Honor y Gloria a nuestros Mártires!

DISCURSO PRONUNCIADO POR
JORGE ECHEVERRIA NOTON
DIRECTOR

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