A la memoria de Manuel Gonzalez Duarte
«No puedo dejar de escribir estas líneas para despedir a mi querido Manuel González Duarte, a quien muchos de los voluntarios más jóvenes no habrán alcanzado a conocer.
Lo primero que debo decir es que Manuel tenía la edad de mi padre. Ya veremos qué importancia tuvo esto. Al incorporarme a la Compañía conocí a un voluntario ya de edad madura, a quien muchos miraban con curiosidad, otros con recelo y los más antiguos con una mezcla de escepticismo y también de cariño. Como se ve reuni muchos adjetivos diversos y hasta contradictorios para describir como muchos veían a una misma persona, Manuel. Ello obedece a que él era profundamente distinto a todos los demás y ajeno a cualquier
estereotipo, no era encasillable. Coincidentemente, él era muy bueno para emplear adjetivos, teniendo una amplia variedad de ellos para calificar a cada uno de nosotros, unos más cariñosos, otros más ácidos.
Manuel era un hombre sencillo, no tenía grandes ambiciones más allá de que las cosas se hicieran bien y que entre los tercerinos no existieran conflictos, ni de los grandes ni de los pequeños. Esa manera de ser Manuel se veía plasmada en su monumental gran virtud, su sinceridad. Manuel era antes que todo un hombre sincero, que decía lo que pensaba frontalmente y sin ambages o disimulo. Nadie podría alegar ignorancia de lo que él pensaba, pues siempre lo expresaba, ya fuera por iniciativa propia o ante la consulta de cualquier parroquiano tercerino. Y en eso no tenía límites, su sinceridad se manifestaba con los voluntarios, con los oficiales y muy especialmente con Capitanes y Directores, máxime si el ocupaba, como ocurrió por muchos períodos, el cargo de Tesorero de nuestra Compañía. Siendo él Tesorero y yo Secretario, jamás olvidaré sus acuerdos y desacuerdos con Hernán Cárdenas siendo Director. Mas esa relación tan cordial como sincera permitió que ambos tuvieran una gran gestión en beneficio de la Compañía.
Recordaba al comenzar que Manuel tenía la edad de mi padre. Hice ese recuerdo porque cuando regresé al país después de estar un par de años en el extranjero a principios de este siglo, me encontré con que mi padre había hecho un nuevo amigo, Manuel.
Manuel lo llamaba periódicamente por teléfono para consultar por mi periplo académico, llamados que transformaron en largas y amistosas conversaciones entre estos dos hombres maduros nacidos al inicio del siglo pasado.
La Tercera nos brinda enormes e inesperados regalos, haber conocido y trabajado codo a codo con Manuel fue para mi uno de ellos. Siempre recordaré que, tras en ese hombre que al principio me despertaba curiosidad e inquietud, que era impredecible en sus intervenciones, descubrí a un hombre sencillo, trabajador, honesto y con enorme corazón tercerino.
Gracias Manuel.»
Cristian Pumarino Romo
Voluntario Honorario
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