Este 21 de junio se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de don José Luis Claro Cruz, ciudadano visionario, patriota, revolucionario y símbolo permanente de servicio público y abnegación. Fue él quien, tras la trágica catástrofe del Incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, ocurrida el 8 de diciembre de 1863 —que cobró la vida de más de 2.000 personas en el corazón de Santiago—, transformó la desolación colectiva en acción concreta: fundar una institución que protegiera a los ciudadanos del fuego.
El 11 de diciembre, publicó un aviso en el diario El Ferrocarril convocando a los jóvenes de la capital a reunirse el 14 de diciembre para formar una Compañía de Bomberos. La concurrencia fue tal, que se debió postergar para el 20 de diciembre.
Ese día, en los salones de la Filarmónica, nace oficialmente el Cuerpo de Bomberos de Santiago. Al mando de la Bomba del Poniente queda don José Luis Claro Cruz, quien asume como su primer Capitán, marcando el inicio de lo que hoy es nuestra Tercera Compañía “Fundador José Luis Claro Cruz”.
A lo largo de su vida, don José Luis Claro no buscó honores. Rechazó formar parte del primer Directorio del Cuerpo y prefirió liderar en terreno. Fue Vicecomandante, Vicesuperintendente, Director y Décimo Cuarto Director Honorario del CBS. Falleció un 21 de junio de 1901, con la tranquilidad de haber sembrado una semilla que, más de 160 años después, sigue floreciendo en cada voluntario que responde al llamado del deber.
Desde el año 2013, el Cuartel General del Cuerpo de Bomberos de Santiago lleva su nombre. Su memoria vive también en nuestra B-3, que porta con orgullo el nombre de quien convirtió la tragedia en acción y organizó con decisión el nacimiento del servicio bomberil en la capital del país.
Hoy, La Casa del Fundador se detiene, como cada año, para rendirle homenaje. Para agradecer su legado. Para recordar que sin él, nuestra historia —la historia de los bomberos de Santiago— no existiría.
José Luis Claro Cruz. Fundador. Capitán. Bombero. Ciudadano.
Puede descansar en paz, porque su obra permanece viva.
Porque como reza nuestro himno:
“La semilla dio fruto eterno, por ser regada con solo amor.»
